Encara tres articles més pel sí
Avui dissabte encara trobo tres articles interessants pel sí: els publicats per Anna Terrrón i Francesc de Carreras a La Vanguardia, i el de Josep Pernau a El Periódico.
LA CONSTRUCCIÓN EUROPEA, ¿CUANTO PEOR, MEJOR?
ANNA TERRÓN – LA VANGUARDIA - 19/02/2005
Estamos citados a las urnas mañana, domingo, para refrendar, o no, el tratado por el que se establece una constitución para Europa. El texto nació de una doble necesidad: dotar a la UE ampliada de normas adecuadas para su funcionamiento y plasmar en un texto fundacional el actual nivel de compromiso entre europeos. En su gestación intervinieron representantes estatales y las instituciones comunitarias pero también los ciudadanos por vía de sus parlamentos nacionales y europeo. Contó también con la opinión de órganos consultivos europeos. El resultado de la convención fue el acuerdo posible entre sectores genuinamente europeístas con otros mucho menos, con un claro sesgo a favor de los más partidarios de seguir avanzando en una UE cada vez más fuerte.
Esta Constitución, menos acuerdo entre estados y más contrato entre ciudadanos, define los valores de la Unión: respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho, no discriminación, tolerancia, justicia, solidaridad; avanza en la democratización de sus mecanismos legislativos y ejecutivos; incorpora la Carta de Derechos Fundamentales. Tiene como objetivo avanzar hacia el pleno empleo, combatir la exclusión social y la discriminación, fomentar la justicia y la protección sociales y reconoce los agentes sociales como interlocutores válidos para el diálogo social. El desarrollo sostenible y un nivel elevado de protección al medioambiente son objetivos que acompañan a nuestra definición de economía social de mercado.
La Constitución fija unos objetivos de acción exterior de la UE sobre la base de nuestros propios valores. Nuestros estándares en derechos humanos son referencia para quienes se acercan a la UE (eliminación de la pena de muerte en Turquía, por ejemplo). La multiplicidad de representantes y la falta de liderazgo se verán finalmente solventadas con la creación del ministro de asuntos exteriores y de un servicio europeo de acción exterior. Europa no avanza en el camino del belicismo, sino que ofrece una visión distinta de la hegemónica hoy en el mundo.
Las críticas a la poca representatividad regional en la Constitución parecen olvidar que en el artículo I-5 ya se habla del respeto de la autonomía local y regional. Por primera vez la subsidiariedad va más allá de la relación entre la Unión y los estados. Catalunya, justamente celosa de sus competencias y capacidades, vive muchas veces una extraña confusión en relación con la UE. Lo que nunca admitiríamos que dejase de ser competencia nuestra con relación al Estado, lo reclamamos sin ningún rubor como competencia europea. Deberíamos valorar además que se abre la posibilidad de consultar los parlamentos de las regiones con competencias legislativas y que el Comité de Regiones podrá interponer un recurso por violación del principio de subsidiariedad. También incorpora el tratado el respeto de la pluralidad lingüística. Por primera vez un tratado está escrito y depositado en el Consejo en catalán.
La pregunta obligada para los que argumenta que una Europa mejor es posible es cómo, para introducir qué cambios y con qué fuerzas avanzaríamos en dónde no ha sido posible hacerlo en la Convención. El voto negativo significa, como pretenden la mayoría de los noes europeos, no avanzar justo en los aspectos donde las novedades del tratado son más apreciables para quienes queremos más Europa. Entre el actual tratado y la propuesta de Constitución, quedarnos con lo peor. ¿Es esto lo mejor?
ANNA TERRÓN, secretaria general del Patronat Català Pro Europa y delegada del Govern en Bruselas
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PER QUÈ DEMÀ VOTARÉ 'SÍ'
JOSEP PERNAU - EL PERIÓDICO 19/02/05
Com que el meu sí a la Constitució europea coincidirà amb el de molts votants amb els quals ideològicament no tinc res a veure, em sento amb l'obligació d'explicar el perquè del meu sufragi. Fan el mateix els líders polítics, alguns com si tinguessin escrúpols de consciència per no votar el que els demana el cor i els nega el cervell. O al revés. Si ells expliquen el seu vot, servidor no serà menys, encara que al seu interior no hi ha contradicció entre les vísceres inspiradores d'amor i les que assenyalen el que convé.
Votaré sí perquè ningú en aquest país pugui sentir una altra vegada la temptació de l'aïllament. Perquè els Pirineus siguin només pistes d'esquí i llocs d'estiueig, i no obstacle insalvable que ens allunyi de la resta d'Europa. Ens van deseducar amb la cançó que tots els mals d'Espanya venien de França, camí de pas entre la península Ibèrica i tota la resta del continent. Benvinguts aquells mals, entre els quals hi havia la Revolució que va convertir els nostres veïns en ciutadans, motiu per qual els vam envejar durant dos segles. Del nord ens van arribar idees que aquí eren pecat, llibres que no podíem llegir i pel•lícules que ens prohibien. Que mals com aquells continuïn traspassant la serralada que, si un dia ens va separar, per sempre ha de ser nexe d'unió.
Votaré sí sense haver-me llegit el text de la Carta Magna europea, amb la confiança que, amb el germà alemany, el germà francès i fins i tot amb el germà lituà, i així amb tota la fraternitat dels 25 membres de la gran família, més els que pel camí s'hi vulguin afegir, formarem una gran unió rica i poderosa, que mereixerà el respecte universal. M'imagino que moltes de les raons exposades no les comparteixen molts que votaran el mateix.
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LOS MOTIVOS DEL NO
FRANCESC DE CARRERAS – LA VANGUARDIA - 19/02/2005
Permítanme un desahogo personal: mañana iré a depositar la papeleta del sí con entusiasmo. Más todavía: considero un privilegio participar en la aprobación de la primera Constitución europea, es el cumplimiento de un deseo largamente soñado.
En efecto, como argumentaba anteayer, soy partidario de la unidad de Europa, me parece enormemente positivo el proceso de integración económica llevado a cabo hasta ahora y, a mi modo de ver, esta Constitución es la primera y decisiva etapa para configurar definitivamente una Europa federal, políticamente unida, en la que se cumpla el compromiso expresado en julio de 1944 en el famoso Manifiesto de las Resistencias antifascistas europeas: "Superar el dogma de la soberanía absoluta de los estados, integrándose en una única organización federal, los problemas nacionales debían ser considerados como aspectos particulares del problema europeo en su conjunto".
Si ello es así, hay que admitir que algunos ciudadanos -mañana se verá si muchos o pocos- tienen razonables motivos para votar no. Es el caso, por ejemplo, de los euroescépticos y de ciertos nacionalistas. Los euroescépticos han sostenido que Europa debía ser, simplemente, una zona económica de librecambio. Su ideal fue la EFTA, creada en 1960 por Gran Bretaña y los países de su órbita. Desaparecida ésta, la posición euroescéptica ha consistido en oponerse al constante aumento de poderes de Bruselas. Su portavoz más brillante ha sido, indiscutiblemente, la señora Thatcher. La Constitución, como es evidente, no responde a sus principios.
Por su parte, también es lógico que algunos nacionalistas con Estado se sitúen contra una Constitución que reduce su soberanía. De Gaulle hubiera rechazado esta Constitución por las mismas razones que hoy alega Le Pen. No parece comprensible, en cambio, el rechazo a la Constitución de los nacionalistas sin Estado propio, como es el caso de Esquerra, Eusko Alkartasuna o el Bloque gallego. A menos que pensaran -al margen de la realidad- que la unidad europea sería la ocasión para acceder a la independencia, la Europa plural y diversa que configura la Constitución, con unos estados con la soberanía recortada, debería lógicamente com
placerles.
El voto afirmativo de CiU o del PNV parece una posición más inteligente. Tampoco parecen coherentes aquellas posiciones que rechazan el texto desde la izquierda socialista, como es el caso de IU y de ICV menos que pensaran -también al margen de la realidad- que el texto reflejaría puntos de vista socialistas avanzados, hay que ser miope para no ver que una Europa unida es el único espacio eficaz para la izquierda. En un mundo política y económicamente globalizado, frente a China, India o Estados Unidos, sólo se puede alcanzar influencia real desde una organización política con una magnitud comparable. Ganar peso en ella es lo decisivo.
Por tanto, entre los partidarios de votar no, hay argumentos razonables y otros que no lo son. Por último, puede darse también un voto negativo por motivos coyunturales: por razones de política interna -voto contra ZP-, para no alinearse con el partido de Aznar, por estar en desacuerdo con la convocatoria de referéndum o por encontrar inconsistentes los argumentos del sí en la campaña electoral. Todos ellos son argumentos apreciables pero frívolos: en política hay que distinguir lo importante de lo accesorio.
Mañana nos jugamos mucho.
LA CONSTRUCCIÓN EUROPEA, ¿CUANTO PEOR, MEJOR?
ANNA TERRÓN – LA VANGUARDIA - 19/02/2005
Estamos citados a las urnas mañana, domingo, para refrendar, o no, el tratado por el que se establece una constitución para Europa. El texto nació de una doble necesidad: dotar a la UE ampliada de normas adecuadas para su funcionamiento y plasmar en un texto fundacional el actual nivel de compromiso entre europeos. En su gestación intervinieron representantes estatales y las instituciones comunitarias pero también los ciudadanos por vía de sus parlamentos nacionales y europeo. Contó también con la opinión de órganos consultivos europeos. El resultado de la convención fue el acuerdo posible entre sectores genuinamente europeístas con otros mucho menos, con un claro sesgo a favor de los más partidarios de seguir avanzando en una UE cada vez más fuerte.
Esta Constitución, menos acuerdo entre estados y más contrato entre ciudadanos, define los valores de la Unión: respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho, no discriminación, tolerancia, justicia, solidaridad; avanza en la democratización de sus mecanismos legislativos y ejecutivos; incorpora la Carta de Derechos Fundamentales. Tiene como objetivo avanzar hacia el pleno empleo, combatir la exclusión social y la discriminación, fomentar la justicia y la protección sociales y reconoce los agentes sociales como interlocutores válidos para el diálogo social. El desarrollo sostenible y un nivel elevado de protección al medioambiente son objetivos que acompañan a nuestra definición de economía social de mercado.
La Constitución fija unos objetivos de acción exterior de la UE sobre la base de nuestros propios valores. Nuestros estándares en derechos humanos son referencia para quienes se acercan a la UE (eliminación de la pena de muerte en Turquía, por ejemplo). La multiplicidad de representantes y la falta de liderazgo se verán finalmente solventadas con la creación del ministro de asuntos exteriores y de un servicio europeo de acción exterior. Europa no avanza en el camino del belicismo, sino que ofrece una visión distinta de la hegemónica hoy en el mundo.
Las críticas a la poca representatividad regional en la Constitución parecen olvidar que en el artículo I-5 ya se habla del respeto de la autonomía local y regional. Por primera vez la subsidiariedad va más allá de la relación entre la Unión y los estados. Catalunya, justamente celosa de sus competencias y capacidades, vive muchas veces una extraña confusión en relación con la UE. Lo que nunca admitiríamos que dejase de ser competencia nuestra con relación al Estado, lo reclamamos sin ningún rubor como competencia europea. Deberíamos valorar además que se abre la posibilidad de consultar los parlamentos de las regiones con competencias legislativas y que el Comité de Regiones podrá interponer un recurso por violación del principio de subsidiariedad. También incorpora el tratado el respeto de la pluralidad lingüística. Por primera vez un tratado está escrito y depositado en el Consejo en catalán.
La pregunta obligada para los que argumenta que una Europa mejor es posible es cómo, para introducir qué cambios y con qué fuerzas avanzaríamos en dónde no ha sido posible hacerlo en la Convención. El voto negativo significa, como pretenden la mayoría de los noes europeos, no avanzar justo en los aspectos donde las novedades del tratado son más apreciables para quienes queremos más Europa. Entre el actual tratado y la propuesta de Constitución, quedarnos con lo peor. ¿Es esto lo mejor?
ANNA TERRÓN, secretaria general del Patronat Català Pro Europa y delegada del Govern en Bruselas
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PER QUÈ DEMÀ VOTARÉ 'SÍ'
JOSEP PERNAU - EL PERIÓDICO 19/02/05
Com que el meu sí a la Constitució europea coincidirà amb el de molts votants amb els quals ideològicament no tinc res a veure, em sento amb l'obligació d'explicar el perquè del meu sufragi. Fan el mateix els líders polítics, alguns com si tinguessin escrúpols de consciència per no votar el que els demana el cor i els nega el cervell. O al revés. Si ells expliquen el seu vot, servidor no serà menys, encara que al seu interior no hi ha contradicció entre les vísceres inspiradores d'amor i les que assenyalen el que convé.
Votaré sí perquè ningú en aquest país pugui sentir una altra vegada la temptació de l'aïllament. Perquè els Pirineus siguin només pistes d'esquí i llocs d'estiueig, i no obstacle insalvable que ens allunyi de la resta d'Europa. Ens van deseducar amb la cançó que tots els mals d'Espanya venien de França, camí de pas entre la península Ibèrica i tota la resta del continent. Benvinguts aquells mals, entre els quals hi havia la Revolució que va convertir els nostres veïns en ciutadans, motiu per qual els vam envejar durant dos segles. Del nord ens van arribar idees que aquí eren pecat, llibres que no podíem llegir i pel•lícules que ens prohibien. Que mals com aquells continuïn traspassant la serralada que, si un dia ens va separar, per sempre ha de ser nexe d'unió.
Votaré sí sense haver-me llegit el text de la Carta Magna europea, amb la confiança que, amb el germà alemany, el germà francès i fins i tot amb el germà lituà, i així amb tota la fraternitat dels 25 membres de la gran família, més els que pel camí s'hi vulguin afegir, formarem una gran unió rica i poderosa, que mereixerà el respecte universal. M'imagino que moltes de les raons exposades no les comparteixen molts que votaran el mateix.
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LOS MOTIVOS DEL NO
FRANCESC DE CARRERAS – LA VANGUARDIA - 19/02/2005
Permítanme un desahogo personal: mañana iré a depositar la papeleta del sí con entusiasmo. Más todavía: considero un privilegio participar en la aprobación de la primera Constitución europea, es el cumplimiento de un deseo largamente soñado.
En efecto, como argumentaba anteayer, soy partidario de la unidad de Europa, me parece enormemente positivo el proceso de integración económica llevado a cabo hasta ahora y, a mi modo de ver, esta Constitución es la primera y decisiva etapa para configurar definitivamente una Europa federal, políticamente unida, en la que se cumpla el compromiso expresado en julio de 1944 en el famoso Manifiesto de las Resistencias antifascistas europeas: "Superar el dogma de la soberanía absoluta de los estados, integrándose en una única organización federal, los problemas nacionales debían ser considerados como aspectos particulares del problema europeo en su conjunto".
Si ello es así, hay que admitir que algunos ciudadanos -mañana se verá si muchos o pocos- tienen razonables motivos para votar no. Es el caso, por ejemplo, de los euroescépticos y de ciertos nacionalistas. Los euroescépticos han sostenido que Europa debía ser, simplemente, una zona económica de librecambio. Su ideal fue la EFTA, creada en 1960 por Gran Bretaña y los países de su órbita. Desaparecida ésta, la posición euroescéptica ha consistido en oponerse al constante aumento de poderes de Bruselas. Su portavoz más brillante ha sido, indiscutiblemente, la señora Thatcher. La Constitución, como es evidente, no responde a sus principios.
Por su parte, también es lógico que algunos nacionalistas con Estado se sitúen contra una Constitución que reduce su soberanía. De Gaulle hubiera rechazado esta Constitución por las mismas razones que hoy alega Le Pen. No parece comprensible, en cambio, el rechazo a la Constitución de los nacionalistas sin Estado propio, como es el caso de Esquerra, Eusko Alkartasuna o el Bloque gallego. A menos que pensaran -al margen de la realidad- que la unidad europea sería la ocasión para acceder a la independencia, la Europa plural y diversa que configura la Constitución, con unos estados con la soberanía recortada, debería lógicamente com
placerles.
El voto afirmativo de CiU o del PNV parece una posición más inteligente. Tampoco parecen coherentes aquellas posiciones que rechazan el texto desde la izquierda socialista, como es el caso de IU y de ICV menos que pensaran -también al margen de la realidad- que el texto reflejaría puntos de vista socialistas avanzados, hay que ser miope para no ver que una Europa unida es el único espacio eficaz para la izquierda. En un mundo política y económicamente globalizado, frente a China, India o Estados Unidos, sólo se puede alcanzar influencia real desde una organización política con una magnitud comparable. Ganar peso en ella es lo decisivo.
Por tanto, entre los partidarios de votar no, hay argumentos razonables y otros que no lo son. Por último, puede darse también un voto negativo por motivos coyunturales: por razones de política interna -voto contra ZP-, para no alinearse con el partido de Aznar, por estar en desacuerdo con la convocatoria de referéndum o por encontrar inconsistentes los argumentos del sí en la campaña electoral. Todos ellos son argumentos apreciables pero frívolos: en política hay que distinguir lo importante de lo accesorio.
Mañana nos jugamos mucho.
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