Incògnita Rajoy
Avui el diari ABC em publica l'article que trobareu tot seguit.
INCÓGNITA RAJOY
He defendido a menudo la tesis según la cual el PP había sido secuestrado por la derecha extrema y que, en esas condiciones, no podía ganar las elecciones generales. Denunciaba entonces el papel de Rajoy, Acebes y Zaplana como continuadores de la peor etapa del aznarato y reivindicaba la necesidad de un PP moderado, partido de centroderecha europeo moderno y capaz de buscar acuerdos más allá de sus fronteras. Era difícil pretender entonces tal empeño dado que la radicalización del PP tenía importantes aliados mediáticos y confiaba en la fuerza movilizadora de sectores integristas religiosos y de la AVT dirigida por Alcaraz.
Nos encontramos ahora, quizá, ante un cambio de escenario. Tras la derrota del 9 de marzo –y los resultados en Cataluña y el País Vasco-, Rajoy parece haberse dado cuenta que el suelo electoral del PP es tan fijo como su techo y que para alcanzar la victoria electoral necesita acabar con las hipotecas del pasado y avanzar en un verdadero viaje al centro. Digo parece porque no siempre es fácil saber lo que piensa y qué se propone Rajoy. Toma decisiones claras en una dirección (Soraya Sáenz de Santamaría, Arriola, Lassalle y otros) mientras apoya una ponencia política lastrada por un pasado a superar si el PP quiere llegar a ser realmente competitivo con el PSOE y llegar a tejer alianzas con otros partidos moderados. A pesar de ello Rajoy parece –repito, parece- querer abrir tímidamente una nueva etapa en esa dirección.
Resulta curioso ver cómo está tropezando con resistencias que no son más que dosis masivas de la medicina que él quiso aplicar al PSOE y a Zapatero en la anterior legislatura: descalificación, sectarismo, deslealtad y agresividad. De él dicen que no es digno de confianza, como él decía de Zapatero. Recibe pitos de la AVT, como él acusó a Zapatero de traicionar a las víctimas. Y se ve obligado a escuchar sonoros abucheos de la emisora de los obispos -que tampoco los escatimó a Zapatero-, catilinarias de El Mundo, despreciativos comentarios de Aznar y ácidas críticas de María San Gil, abanderada de fundamentales principios aplaudidos por Ana Botella y Esperanza Aguirre.
El resultado de la jugada de Rajoy es incierto. Aún en el caso de que consiga imponer sus tesis en el próximo Congreso del PP, son muchos los que creen que no será el candidato del PP en las próximas elecciones. Lo piensan incluso –y quizá algunos lo desean intensamente- algunos de sus más firmes aliados de hoy.
La propia actitud de Rajoy y las innumerables dificultades a las que se enfrenta impiden afirmar con certeza qué rumbo tomará el PP en el futuro. Pero aún a sabiendas de que un PP moderado, centrista y sensato sería un temible adversario político, creo sinceramente que eso es lo que le conviene a España. Y también ayudaría al PP de Cataluña.
INCÓGNITA RAJOY
He defendido a menudo la tesis según la cual el PP había sido secuestrado por la derecha extrema y que, en esas condiciones, no podía ganar las elecciones generales. Denunciaba entonces el papel de Rajoy, Acebes y Zaplana como continuadores de la peor etapa del aznarato y reivindicaba la necesidad de un PP moderado, partido de centroderecha europeo moderno y capaz de buscar acuerdos más allá de sus fronteras. Era difícil pretender entonces tal empeño dado que la radicalización del PP tenía importantes aliados mediáticos y confiaba en la fuerza movilizadora de sectores integristas religiosos y de la AVT dirigida por Alcaraz.
Nos encontramos ahora, quizá, ante un cambio de escenario. Tras la derrota del 9 de marzo –y los resultados en Cataluña y el País Vasco-, Rajoy parece haberse dado cuenta que el suelo electoral del PP es tan fijo como su techo y que para alcanzar la victoria electoral necesita acabar con las hipotecas del pasado y avanzar en un verdadero viaje al centro. Digo parece porque no siempre es fácil saber lo que piensa y qué se propone Rajoy. Toma decisiones claras en una dirección (Soraya Sáenz de Santamaría, Arriola, Lassalle y otros) mientras apoya una ponencia política lastrada por un pasado a superar si el PP quiere llegar a ser realmente competitivo con el PSOE y llegar a tejer alianzas con otros partidos moderados. A pesar de ello Rajoy parece –repito, parece- querer abrir tímidamente una nueva etapa en esa dirección.
Resulta curioso ver cómo está tropezando con resistencias que no son más que dosis masivas de la medicina que él quiso aplicar al PSOE y a Zapatero en la anterior legislatura: descalificación, sectarismo, deslealtad y agresividad. De él dicen que no es digno de confianza, como él decía de Zapatero. Recibe pitos de la AVT, como él acusó a Zapatero de traicionar a las víctimas. Y se ve obligado a escuchar sonoros abucheos de la emisora de los obispos -que tampoco los escatimó a Zapatero-, catilinarias de El Mundo, despreciativos comentarios de Aznar y ácidas críticas de María San Gil, abanderada de fundamentales principios aplaudidos por Ana Botella y Esperanza Aguirre.
El resultado de la jugada de Rajoy es incierto. Aún en el caso de que consiga imponer sus tesis en el próximo Congreso del PP, son muchos los que creen que no será el candidato del PP en las próximas elecciones. Lo piensan incluso –y quizá algunos lo desean intensamente- algunos de sus más firmes aliados de hoy.
La propia actitud de Rajoy y las innumerables dificultades a las que se enfrenta impiden afirmar con certeza qué rumbo tomará el PP en el futuro. Pero aún a sabiendas de que un PP moderado, centrista y sensato sería un temible adversario político, creo sinceramente que eso es lo que le conviene a España. Y también ayudaría al PP de Cataluña.
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