DESDE BARCELONA, 10.12.97
Después de Filesa
VICTORIA CAMPS, Catedrática de Ética de la UAB
L a financiación irregular de los partidos políticos ha pasado la primera
factura. El ingreso en la cárcel de Josep M. Sala y los demás inculpados por
el caso Filesa ha sido uno de los episodios más tristes y desgraciados de la
democracia. Un episodio que podría haberse evitado de haber actuado el PSOE
con más reflejos y el PP con menos hipocresía. Todo el mundo sabe que la
irregularidad en la financiación de los partidos es generalizada. No se
corrigió el desvío cuando era prudente hacerlo y ahora son unos cuantos los
que tienen que pagar de la forma más humillante el pecado de su propio
partido y el de los partidos que fueron más astutos para esconder sus
trampas.
Aunque el victimismo o el resentimiento son reacciones comprensibles ante
una sentencia que ha sido casi unánimemente calificada como dura, lo que los
ciudadanos ahora esperan no son campañas contra la justicia ni el enésimo
rosario de acusaciones mutuas. Lo urgente es que de una vez se reforme el
edificio y se afronte el tema de cara.
La financiación de los partidos debe regularse ahora y lo mejor posible.
Para ello la nueva ley ha de cumplir dos condiciones: debe ser realista y
asegurar la transparencia de los ingresos y los gastos de los partidos. De
nada servirá una ley que no pueda cumplirse porque no resuelva el problema
de fondo, que es permitir más ingresos para los partidos. Por otra parte, no
importa tanto de dónde vengan esos ingresos si se hacen públicos los nombres
de los donantes.
Si además los partidos políticos se acostumbran a ser algo más austeros y a
medir sus dispendios, tal vez hayamos aprendido algo de la mala experiencia
de Filesa.
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Copyright La Vanguardia 1997