A VUELTAS CON EL NACIONALISMO
Artículo publicado en
ABC,
el
18 de
junio
de 2005
Aunque parezca mentira, a estas alturas todavía es necesario
exigir respeto para toda opinión que busque enriquecer el
debate democrático. Lo digo porque, aun discrepando de
muchos de los planteamientos recientemente defendidos por
una plataforma de intelectuales catalanes, encuentro
absolutamente inadmisibles las descalificaciones que han
recibido por el hecho de publicar un simple manifiesto. Unas
descalificaciones por desgracia parecidas a las que a veces
recibimos los catalanistas por parte de quienes son
incapaces de aceptar la realidad plurinacional de España.
No
comparto el criterio de considerar que todas las fuerzas
políticas catalanas son nacionalistas. Ni todos los que
consideramos que Cataluña es una nación somos nacionalistas,
ni tampoco son nacionalistas todos los que afirman que
España es una nación. Defender ese criterio tampoco nos
sitúa fuera de la Constitución española, pues siempre hemos
considerado que nación y nacionalidad son sinónimos. Cabe
recordar, por cierto, que ése era precisamente uno de los
argumentos de quienes se oponían a incluir el término
“nacionalidades” en la Constitución española de 1978 por
entender que eso significaba renunciar a la España-Nación.
El
PSC no es un partido nacionalista: nosotros no tenemos como
objetivo la independencia de Cataluña, ni creemos que el
sentimiento de pertenencia nacional sirva para distinguir a
las personas, ni que la principal contradicción política sea
la llamada cuestión nacional, ni que la soberanía resuelva
por sí misma los problemas sociales de ningún país.
Mantenemos desde nuestra fundación una relación federal con
el PSOE que, por cierto, es objeto de crítica constante por
parte de los partidos nacionalistas.
Los
socialistas catalanes hemos rechazado siempre la idea de que
una nación comporte una identidad nacional homogénea basada
en razones étnicas, lingüísticas o culturales. Y no creemos
imposible que dos o más naciones puedan convivir en un mismo
Estado. Para los nacionalistas una nación sin Estado es una
anomalía a corregir tan rápidamente como sea posible. Para
los nacionalistas la existencia de dos naciones en un mismo
Estado implica necesariamente un conflicto entre soberanías
e identidades.
Defendemos desde nuestro catalanismo una relación federal
entre Cataluña y España, precisamente porque no creemos que
Cataluña y España sean realidades separables. Creemos que
Cataluña es una nación plural y diversa, que la cultura
catalana posee la riqueza de poderse expresar en diferentes
lenguas, y creemos también que España es una nación de
naciones en la que nadie tiene por qué negar o discutir su
identidad a nadie. España es una nación de naciones que
funda su unidad a partir del principio de igualdad de
derechos entre todos los ciudadanos, y de la garantía del
derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que
la integran. Por ello rechazamos la pretensión de quienes
reclaman el ejercicio del derecho de autodeterminación,
aplicable sólo a las antiguas colonias o a las situaciones
de falta de democracia o de negación de derechos a las
minorías nacionales.
Los
socialistas catalanes, como la mayoría de ciudadanos y
ciudadanas de Cataluña, consideramos absolutamente
compatible la reivindicación de un mayor autogobierno para
Cataluña con la voluntad de compartir un mismo Estado con
todos los pueblos de España, con los que nos une una
relación fraternal cimentada a lo largo de los siglos.
Precisamente uno de los objetivos de las reformas que
proponemos es que los catalanes sientan cada vez más suyo un
Estado que reconozca sin temor su carácter federal y
plurinacional.
Nuestra reivindicación de más autogobierno y mejor
financiación persigue la voluntad de acercar el poder a la
ciudadanía, el incremento de la justicia social y la plena
consideración de Cataluña como sujeto político, es decir,
como espacio ciudadano que quiere ser reconocido como tal y
desea participar colectivamente en el diseño de un proyecto
español común de modernidad y justicia.
¿Qué
implica la consideración de Cataluña como sujeto político?
No sólo aceptar su definición como nación, sino también
reconocer que su aspiración al autogobierno no se funda en
ningún texto legal sino que responde a una voluntad afirmada
continuadamente a lo largo de la historia. Implica fomentar
la lengua catalana como patrimonio cultural de todos los
españoles, objeto de especial respeto y protección (art. 3.3
CE). Requiere respetar sin cortapisas el ejercicio de las
competencias que ya tiene reconocidas y de aquéllas que
deban añadirse ahora fruto de la experiencia acumulada o de
la aparición de nuevas realidades como la inmigración o la
Unión Europea. Precisa considerar a la Generalitat como
institución del Estado y hacer posible su participación en
las instituciones europeas. Y necesita del impulso de
mecanismos de participación, integración y codecisión como
un Senado federal, en los que las cuestiones forales,
lingüísticas, culturales o correspondientes al Derecho civil
propio deban contar necesariamente con el acuerdo de las
Comunidades directamente afectadas. Y no creemos que ninguno
de estos planteamientos constituya una demanda de privilegio
alguno.
Estamos convencidos de que el federalismo proporciona
soluciones para el mejor encaje entre Cataluña y España,
entre otras cosas, porque supera el riesgo de confrontación
entre identidades y una anacrónica discusión sobre
soberanías originarias. Y también porque evita la ruptura de
la sociedad catalana en función de la diversa identificación
nacional de sus ciudadanos, uniendo a los que sólo pueden
considerarse españoles si se respeta profundamente su
catalanidad, con los que no conciben una Cataluña separada
del resto de España. Nuestra idea es bien clara, no sólo no
queremos irnos de España, sino que seguiremos trabajando
para conseguir que la relación entre Cataluña y España sea
cada día más sólida precisamente por estar basada en la
libertad, el respeto mutuo y la solidaridad.
Tal y
como he defendido públicamente, quizás el federalismo sea
cosa de ingenuos, pero sigue siendo la mejor alternativa a
la confrontación entre nacionalismos, que, al fin y al cabo,
no son otra cosa que la expresión colectiva del egoísmo
individual y el muro tras el que se esconden quienes tienen
miedo a superar las diferencias nacionales, lingüísticas y
culturales en una democracia pluralista avanzada.
Miquel Iceta Llorens
Viceprimer secretario y portavoz del PSC
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