Delitos políticos

 

EDUARDO HARO TECGLEN

 

Lamento mucho que esta gente socialista entre en la cárcel; temo que

la sentencia sea un "error judicial" (frase acuñada: no serán tan

insólitos) por un par de razones, alguna de Estado. En todo caso, me

duele, por mi oficio, escuchar tertulias y leer periódicos donde se

les condena a la burla por el abuso de explotación de la sentencia: si

la ha dictado el Supremo, es inequívoca. Oigo la crueldad de reírse de

la clásica declaración de uno de ellos, "Soy inocente", y de la

compañía de sus compañeros hasta el rastrillo. Me refiero a la

tertulia de la madrugada del sábado en RNE (Manuel Antonio Rico,

moderador: pero poco), en la que antes participé y en la que fui

sustituido (no solo: con otros compañeros) por estos nuevos. Podría

deducirse que mi antipatía es por aquel cese y no por estos tonos; y

no sería cierto. También hay otras emisoras de radio y televisión,

otros periódicos, igualmente contaminados. No les inspira piedad el

destino de estos presidiarios. En muchos casos, los comparan a los

desgraciados raterillos, a los drogatas, que van pasando años de su

vida en cárceles, cayendo cada día más por el absurdo de la vida en la

prisión: es verdad, los delincuentes sociales están más injustamente

tratados en nuestra sociedad que los políticos. Y digo políticos

porque el delito es el de financiar ilegalmente a un partido, sin

llevarse ellos nada. Ese partido queda, sin embargo, indemne. No pasa

lo mismo con HB, que va a ser sentenciado como tal partido, como tal

directiva, y van a encerrar -si lo que se dice es cierto- a todos sus

directivos. No lo veo claro. Habrá que leer cada párrafo de la

sentencia. La de los juzgados por Filesa es enormemente dura.

 

En todo caso, estos juicios son por delitos políticos. No veo claro,

tampoco, que eso se pueda hacer: aunque debía verlo, puesto que se

hizo o se hace. Y no soy de los que creen que el delito político tenga

que quedar impune, si realmente es delito: los de ETA tienen finalidad

política, y, sin embargo, deben estar reprimidos. Me molesta más que

se juzguen delitos de opinión, o de pensamiento. Recuerdo una máxima

en mi infancia: "El pensamiento no delinque"; pasaría poco tiempo, y

vería que sí, que los delitos de pensamiento eran castigados: a veces

con la muerte dictada por el tribunal especial de represión. Pero no

me gusta ver repetida esa historia bajo el manto desteñido de la

Constitución, que recubre el cuerpo flaco de la democracia.

 

 

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