LA
AUTODETERMINACIÓN EN SERIO
Artículo publicado en la Vanguardia el 4 de noviembre
de 2004
Artur Mas ha
reclamado nuevamente la inclusión del derecho de
autodeterminación como condición indispensable para la
aprobación del nuevo Estatuto de Cataluña. Su ultimátum
contrasta con las posiciones más prudentes de otros que,
por cierto, defienden dicha inclusión desde una mayor
coherencia con sus tradicionales posiciones políticas.
Bien es verdad que hace unas semanas la condición
sine qua non de Mas parecía ser el concierto
económico. Tampoco podemos descartar que dentro de unas
semanas lo innegociable para Mas sea la consideración de
Cataluña como titular de derechos históricos, reclamando
la aplicación de la Disposición adicional primera de la
Constitución, dictada a medida de los territorios
forales. Da la sensación que cualquier pretexto es bueno
para obstaculizar la aprobación de un nuevo texto
estatutario siendo Maragall President. CiU ya bloqueó
esa posibilidad durante 23 años desde el gobierno y en
algún momento parece dispuesta a seguir bloqueándola
otros tantos desde la oposición.
Aunque el
planteamiento de Mas sea más táctico que de principios,
al limitarse a exigir una mención genérica a la
autodeterminación en el preámbulo del texto estatutario
sin eficacia jurídica alguna, conviene precisar la
posición de los socialistas al respecto.
Empecemos por
definir en qué consiste el principio de
autodeterminación y si es aplicable a Cataluña.
Autodeterminación es el derecho invocado por una
colectividad territorial para decidir de forma
unilateral en un momento determinado sobre su propia
forma política. Es evidente que la Constitución no
otorga ese derecho a las nacionalidades y regiones que
integran España, a las que no reconoce una soberanía
originaria. Lo pidió en su día sin éxito el senador
Xirinacs, que no encontró apoyo ni siquiera entre los
nacionalistas como recordará sin duda el ponente
constitucional Miquel Roca i Junyent. Por otro lado, la
Carta de las Naciones Unidas y las resoluciones que la
desarrollan y determinan su aplicación, se refieren
exclusivamente a los pueblos sometidos a dominación
colonial y no a las partes integrantes del territorio de
un Estado democrático.
No puede
extrañar a nadie, pues, que el actual Presidente del
Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, afirmase
con rotundidad en un artículo publicado en octubre de
1998: “Ni el Derecho Internacional ni el Derecho
español, los únicos aplicables al caso, otorgan al País
Vasco ni a ninguna otra Comunidad o parte del territorio
español el derecho de autodeterminación, que no existe
por tanto como derecho positivo”.
En
consecuencia, quien aspire a su aplicación a Cataluña, o
bien reclama primero la reforma radical de la
Constitución española para que ésta reconozca la
soberanía del pueblo catalán, o bien propone una nueva
lectura del principio de autodeterminación recogido en
las resoluciones de Naciones Unidas, como sostenía el
Diputado de CiU Jaume Camps en el debate que conmemoró
el 50 aniversario de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos en el Parlament de Catalunya. Porque,
en efecto, Cataluña no es Argelia ni Timor Oriental.
Los argumentos
políticos no tienen menor fuerza que los argumentos
jurídicos antes mencionados. Autodeterminación y nuevo
Estatuto no sólo son caminos distintos, sino que son
difícilmente conciliables. ¿Con qué legitimidad vamos a
exigir la reforma de un edificio del que decimos querer
irnos cuanto antes? ¿Cómo vamos a celebrar un matrimonio
si estamos pidiendo ya los papeles del divorcio?
Cosa distinta
es afirmar el principio democrático por el cual las
naciones se autodeterminan libremente en sus elecciones.
Todos estamos de acuerdo en que el futuro de Cataluña
está fundamentalmente en manos de sus ciudadanos y
ciudadanas que irán decidiendo sobre la mejor forma de
defender sus intereses y de hacer realidad sus anhelos.
Nosotros proponemos que lo hagan a través de un gran
acuerdo para la aprobación de un nuevo Estatuto que
incremente de forma significativa el autogobierno de
Cataluña en un mundo de soberanías compartidas e
interdependencias crecientes. Pero eso no es
autodeterminación. Eso es la vida.
Miquel Iceta Llorens
Viceprimer Secretario del PSC
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