HIGIENE DEMOCRÁTICA
Miquel Iceta
Días atrás, "La Vanguardia"
preguntaba a representantes de las diversas opciones
políticas su opinión sobre la conveniencia de limitar los
mandatos del presidente de la Generalitat.
Mayoritariamente las opiniones eran favorables salvo,
claro está, la del representante de CiU. Mi respuesta fue
tajante: más de tres mandatos me parece un disparate. Sin
embargo, al no existir limitación legal al respecto, nadie
puede discutir la legitimidad democrática de un cuarto
mandato, o de un quinto, o de un sexto -como sería el caso
si Pujol ganase estas elecciones-.
Pero la
acumulación de mandatos, como toda acumulación de poder,
tiene efectos perversos, fomenta vicios que dañan la
vitalidad de cualquier sistema democrático. Y nadie escapa
a estos vicios, como lo demuestra el balance de la última
legislatura socialista en España. Sólo los gobiernos
municipales, por lo limitado de sus competencias y la
facilidad en vigilar sus desviaciones por parte de los
ciudadanos y los partidos de la oposición, parecen escapar
a esta regla general.
La política
catalana nos ha ofrecido desgraciadamente muchos ejemplos
de lo perniciosa que resulta la dilatada permanencia en el
poder. ¿Puede alguien creer que cualquier gobernante en
sus dos o tres primeros mandatos, tras pavorosos incendios
como los que diezmaron nuestro capital forestal, hubiera
hecho aprobar por el Parlamento una resolución que le
felicitase por su gestión en esta materia? ¿Puede alguien
creer que cualquier gobernante en sus dos o tres primeros
mandatos, para esquivar las limitaciones impuestas por la
normativa electoral, podría convencer a empresas privadas
que han realizado obras por él contratadas a insertar
publicidad de ellas a mayor gloria del gobernante en
cuestión? ¿Puede alguien creer que cualquier gobernante en
sus dos o tres primeros mandatos se atrevería a rodearse
en la víspera del inicio de una campaña electoral de
15.000 personas mayores, atraídas, transportadas y
agasajadas con fondos públicos para escuchar su discurso?
A estos
ejemplos podrían seguir muchos otros. Entre ellos ocuparía
lugar destacado un capítulo entero, el uso y el abuso de
los medios de comunicación de titularidad pública, en
nuestro caso TV3 y Catalunya Ràdio: no sólo se ensalza al
máximo la figura del líder carismático, se llega a
silenciar a los representantes de la oposición o a
presentarlos con sus peores luces, según convenga. Como se
pretende emitir el único debate entre candidatos en horas
de mínima audiencia o se imponen en él reglas rígidas que
facilitan la comodidad del que manda aun al precio de
aburrir hasta a las ovejas. Ha habido un secuestro
sectario de una radio y televisión que no son ya de todos,
sino sólo de aquél que gobierna desde hace19 años y
pretende seguir haciéndolo cuatro u ocho años más.
La lista de
vicios en que pueden incurrir quienes gobiernan durante un
plazo demasiado largo es extensa. Cabría recordar la
utilización de viajes oficiales para realizar negocios
familiares privados, el nombramiento de parientes como
altos cargos, la contratación por parte de la
Administración de servicios profesionales prestados por
familiares directos, el amparo político de negocios de
amigos y conocidos, etcétera. Todo ello, en Cataluña, con
la más absoluta impunidad y las más de las veces en el más
absoluto de los silencios, el causado por el temor al
poder.
Y, a pesar
de la gravedad de los casos señalados, eso no ha sido lo
peor. Lo peor ha sido la apropiación de la Generalitat
como institución por un partido que quiere imponer su
visión sobre qué significa ser buen o mal catalán y que
tacha de malos catalanes a quienes no comparten su
proyecto político. Por eso, el cambio que defendemos,
aparte de librarnos de los vicios de quien ha tenido el
poder demasiado tiempo, estriba en acabar con ese
secuestro: queremos acabar con el monopolio del
sentimiento catalanista por parte de aquellos que lo
manipulan y lo convierten en una opción excluyente. Todo
esto está en juego el 17 de octubre. Ha llegado la hora
del cambio. Cataluña saldrá ganando con ello. Y Pujol y
CiU también.
MIQUEL ICETA
LLORENS, candidato socialista al Parlament
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