VEREDICTO
INAPELABLE
Miquel Iceta Llorens
Las urnas han sido claras: o
los socialistas nos renovamos en profundidad o dejaremos de
ser un instrumento útil para los sectores que quieren una
sociedad más justa e igualitaria. Y eso vale tanto para el PSOE que
ha perdido 1.600.000 votos, como para el PSC que, aun
manteniéndose como primer partido en Cataluña, ha perdido la
confianza de 400.000 ciudadanos y ciudadanas (la cuarta parte
del total de las pérdidas socialistas). Por ello, el
socialismo catalán debe acometer su propia renovación al tiempo
que participa activa y decisivamente en la del PSOE.
Esa doble renovación no debe
ser un hecho puntual acotado en el tiempo, sino un proceso
permanente, que implica una revisión valiente del proyecto
político, tanto en sus aspectos programáticos y de discurso,
como organizativos y de liderazgo.
En Cataluña, el anuncio de
Narcís Serra de no presentarse a la reelección como primer
secretario y el hecho de estar ya convocado el IX Congreso del PSC para
junio señalan un camino claro. El IX Congreso debe tener cuatro
objetivos: renovación del proyecto político del PSC, cambios en
la dirección, voluntad de hacer un partido más amplio, más
fuerte y más abierto, y contribuir decisivamente al proceso que
lleve a Pasqual Maragall a la Presidencia de la
Generalitat.
Los resultados obtenidos en
las recientes convocatorias electorales (municipales,
europeas, autonómicas y generales), la solidez del PSC como
organización, el peso institucional que supone haber ganado las
alcaldías de los municipios en los que vive el 70% de la población
catalana y la existencia de una mayoría interna que comparte
los objetivos antes citados, no hacen prever grandes dificultades.
La propia continuidad hasta
la celebración del congreso de Narcís Serra y la dirección que él
encabeza en la que están, entre otros Maragall y Borrell, Montilla
y Clos, Manuela de Madre y Joaquim Nadal, es una garantía más
de que sabremos llevar a buen puerto una renovación que nos
acerque al relevo generacional de quienes hicieron la unidad
socialista en Cataluña en 1978.
La renovación del PSOE es,
con mucho, bastante más compleja. Parte del vacío de
dirección creado, no existe una percepción clara en algunos núcleos
dirigentes sobre la necesidad de una renovación de profundo
calado. No la hubo tras la derrota de 1996, dulce según algunos. Tampoco
parece que se reparase en las causas últimas de la victoria de
Borrell en las elecciones primarias, una victoria que tuvo mucho que
ver con la convicción de la mayoría de militantes de que era
necesaria una renovación mucho mayor que la ofrecida por Almunia y su
equipo.
La realidad es tozuda y el
veredicto de las urnas es inapelable. Los ciudadanos progresistas
lo dicen sin tapujos: si el PSOE no se renueva no volverá a
gobernar España.
Nadie debe desconocer esta
evidencia: los partidos socialistas que hoy gobiernan en Europa
alcanzaron sus victorias electorales a partir de procesos de
renovación o en paralelo a ellos: la larga marcha del laborismo
británico, las primarias de Jospin (primero candidato, después primer
secretario), la refundación del viejo Partido Comunista Italiano (PCI)
y el relevo generacional del PS portugués.
La renovación del PSOE no
debe construirse a partir de cero. Mientras que la revisión
programática sí debe hacer tabla rasa del discurso que en estas
elecciones ha cosechado un sonoro fracaso, la renovación del PSOE puede
hacerse sin excluir la presencia de dirigentes del partido que
han pasado la prueba de las urnas.
El proceso de renovación del
PSOE debe hacerse entre todos y con la máxima voluntad de
integración política, pues uno de los principales activos
socialistas es precisamente su unidad y su pluralismo interno. La
credibilidad de ese proceso exige contar con quienes se mostraban
insatisfechos del grado de renovación que supuso el anterior congreso
federal. Y, desde luego, también con caras nuevas e impulsando un
paulatino relevo generacional, máxima garantía de renovación.
Una dirección provisional
con plenos poderes, de las características antes
citadas, libre de tutelas y cargas de la dirección anterior, debe
conducir un proceso en el que cabe exigir también que todo lo que
pueda ser decidido por muchos no sea decidido por unos pocos.
Miquel Iceta Llorens es
miembro de la Comisión Ejecutiva del PSC
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