CATALUNYA ¿TIERRA
DE ACOGIDA?
Las declaraciones de Marta
Ferrusola y Heribert Barrera han podido debilitar la
cohesión de nuestro país, al excitar prejuicios y miedos
sobre el fenómeno de la inmigración. Más lesivas aún
fueron las posteriores declaraciones de Artur Mas y Jordi
Pujol que pretendían restarles importancia. Todo ello no
tiene nada que ver con la imagen de Cataluña "tierra de
acogida" que queremos presentar al conjunto de España a
través de la campaña "Cataluña hoy". Porque, en efecto, la
Cataluña actual no sería la de los 6 millones de catalanes
sin haber acogido a centenares de miles de inmigrantes. Y
si Cataluña conoció inmigración, también conoció la
emigración, e incluso el exilio. Y desde ese conocimiento,
está en óptimas condiciones para entender, aceptar y
acoger la inmigración de hoy.
Por otra
parte, no debe extrañar a nadie que quienes definen su
nacionalismo a partir de la homogeneidad étnica,
religiosa, lingüística y cultural recelen sobre el impacto
de la inmigración. En cambio, quienes creemos que el
respeto a la diversidad debe ser parte inseparable de la
identidad catalana, rechazamos ese recelo; lejos de
nosotros la xenofobia y la intolerancia. La inmigración es
y ha de ser factor de riqueza y de diversidad, y nunca
motivo de empobrecimiento ni de intolerancia.
Pero
cometeríamos un gravísimo error si no quisiésemos ver la
inquietud que el fenómeno inmigratorio suscita en muchas
personas. Por ello es importante que seamos capaces de
hablar claro sobre el tema y de forjar un amplio consenso
en torno a nuestra capacidad de acogida. Debemos, de
entrada, impedir que el debate sobre la inmigración forme
parte de las disputas partidistas. Y, al mismo tiempo, es
imprescindible que las declaraciones de los responsables
políticos promuevan los valores de convivencia, civismo y
tolerancia que deben impregnar una sociedad democrática,
siguiendo el modelo de países vecinos que tienen tasas de
inmigración mucho más altas que la nuestra. Los
inmigrantes tienen derechos como personas. Y también
deberes. Y no debemos esconder que el respeto a la
diversidad tiene alguna restricción: no vamos a aceptar
imposiciones de tipo religioso o cultural que impliquen
limitaciones a derechos fundamentales como la libertad y
la igualdad de las mujeres.
La inquietud
causada por el fenómeno de la inmigración no sólo tiene
sus raíces en el miedo a la diferencia. No podemos cerrar
los ojos al rápido crecimiento de la población inmigrada,
que está comportando una mayor visibilidad, su
concentración en determinadas zonas con la consiguiente
presión sobre déficits sociales ya existentes. Sin un
mayor énfasis sobre la política social no sólo no
construiremos la sociedad más cohesionada que perseguimos,
sino que seremos incapaces de absorber adecuadamente el
impacto de la inmigración. Necesitamos barrios dignos y
escuelas bien equipadas. Y Ayuntamientos capaces de
garantizar estas dos cosas. Y para que ello sea así se
precisan compromisos concretos por parte del Gobierno de
Cataluña.
El eje de
nuestra propuesta es preservar y crear las condiciones que
hagan posible la convivencia y la cohesión social.
Proponemos trabajar en seis direcciones:
a) aplicar
una política activa y eficiente de canalización de los
flujos migratorios, mediante claridad y transparencia de
los procedimientos, seguridad jurídica y garantía de los
derechos sociales;
b) reconocer
los derechos y la dignidad como ciudadanos de las personas
inmigradas y nuestra solidaridad frente a su precaria
situación social;
c) hacer
pedagogía del civismo, la convivencia y el respeto a la
diversidad;
d) promover
la integración de las personas inmigradas, es decir,
impulsar su plena inserción social, política, económica y
cultural;
e)
desarrollar una política social ambiciosa que disipe
cualquier temor de desprotección por parte de cualquier
persona recién llegada, establecida aquí hace ya mucho
tiempo, o nacida en nuestro país, optando claramente por
un modelo de sociedad cohesionada y que lucha contra la
exclusión social, con más bienestar, más solidaridad, más
seguridad y más justicia para todos y todas;
f) optar por
un modelo de cooperación internacional que impulse el
desarrollo de los países del tercer mundo, que abra
nuestros mercados a su producción y contribuya a reducir
la presión migratoria.
Miquel Iceta i Llorens,
Portavoz del PSC
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